Las guerras beisboleras

Aletz (Montreal)

Mi amigo Pablo me preguntó hace tiempo sobre el equipo de beisbol que alguna vez existió en esta ciudad. Prometí investigar, pero hasta el día de hoy no lo he hecho, no he podido. Escribo el nombre de Expos de Montreal en Google, y apenas llego a la lista de opciones me invade una hueva tremenda. Ni una frase, ni una foto aunque sea de las porristas (¿el beisbol tiene porristas?), me levanta el ánimo. Anestesia total. Así que de los Expos no sé absolutamente nada, ni puedo escribir sobre ello.

Sin embargo puedo escribir sobre mi primera visita a una cancha de beisbol. Hasta esa primera visita, creía que el beisbol ocupaba, junto al golf, el puesto infame del deporte más tedioso del orbe. Ambos, como todos sabemos, tienen su origen en la flemática Inglaterra, y fueron, en su origen, deporte de Lords. Poco tienen que preocuparse los Lords para divertir al vulgo.

Aún así me dije que valía la pena echar un vistazo, lo tienes aquí a lado. A menos de tres calles de mi casa, los fines de semana se juntan un grupo de latinos y quebequenses a jugar beisbol. A mí lo que me había llamado la atención, cuando pasaba a esas horas por el parque, era el merengue que ponían al final de cada partido y el vaivén de las negras, pero debido a la petición de mi amigo fui este sábado a ver el partido. Faltaba más.

Lo que más me llamó la atención fue el sonido. Las veces en las que de niño quise darle una oportunidad al deporte, viendo una Serie Final o un partido del Toro Valenzuela, no llegué ni de cerca a escuchar los estallidos de estos amateurs. La televisión mata el sonido. Pero el verdadero impacto la bola contra la manopla es el de una bala, una caída de diez pisos de un piano sin cuerdas. Estos hombres no se pasan la bola, ni la tiran para burlar al enemigo, tiran a matar. La manopla es una herramienta de defensa.

Me gustó ese ruido. Que se maten, pam, pam, pam, ¡out! Esta lucha tribal no se ve por la televisión, menos si la narra Televisa. Esto tiene que verse en vivo. Si un beisbol llanero se escucha así, ¡imaginen el batazo de Barry Bonds, la manopla de un cátcher de Grandes Ligas!

Me agradó el beisbol. Incluso me hizo pensar en los conquistadores españoles. Los eruditos se sorprenden que con pólvora, caballos y malas mañas, un pequeño grupo de soldados hayan acabado con civilizaciones enteras. Yo creo que un rifle y una manopla de beisbol les hubieran bastado. De hecho, viéndolo bien, no sé porque en México no ha habido más y mejores beisbolistas. Nuestro pasado nos identifica como a individuos que les gustaba matar a pedradas, y el deporte, a lo menos el beisbol, es una sublimación de esa sed de batalla.

Cada vez que tenían hambre los dioses aztecas, las ciudades estado organizaban lo que llamaban las guerras floridas. Semanas antes de la guerra, cada ciudad enviaba su lista de competidores, entre las cuales se encontraba la crema y nata de la nobleza. Llegado el día, se dibujaba un cuadrado con tiza (palabra náhuatl) y cada competidor entraba en él cargado de navajas de obsidiana, morral de piedras y un achichincle o esclavo. Para distinguir al amo del esclavo, éste último iba desnudo y llevaba únicamente dos cuerdas. Si su amo caía al suelo en la batalla, el esclavo tenía la obligación de amarrarle las piernas y las manos, y entregarlo así a la ciudad enemiga. Listo para su sacrificio. Repito: ¡sólo luchaban los nobles! Suelen olvidar algunos que achacan el clasismo y despotismo a nuestro pasado indígena, que la mayoría de los sacrificios eran de nobles. Había también esclavos, no lo voy a negar, pero ya quisiera ver a un político de ahora, uno solo, amarrado de patas y de manos frente al reclamo del pueblo.

En fin, regreso al beisbol, y al partido que vi en el parque La Fontaine este sábado. Después de una hora de lances, batazos y gritos del umpire terminó el partido y yo no supe quién ganó, porque al final los dos festejaron. Los quebequenses se dieron la mano y los otros encendieron el estéreo a todo volumen. Las caderas de las negras acompañaron el ritmo de los beisbolistas, los guerreros de ahora.

Y hoy, como es el cumpleaños de Deni, agrego el video de una de sus canciones favoritas. Felicidades Princesse!!

Acerca de sietecuidades

Siete cronistas para siete ciudades. Los lunes Federico desde Buenos Aires, Pablo desde Madrid los martes, desde Taipei los miércoles Iker, en movimiento trashumante desde la Ciudad Autónoma de Mis Zapatos Juliat cada jueves, Sergio desde Nueva York los viernes, desde Beijing llega los sábados Guille, y los domingos Daniela desde Cochabamba.
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4 respuestas a Las guerras beisboleras

  1. Lo que triunfa del béis es verlo mientras se agarra la peda. Las primeras dos horas se toma sin reparar en lo que pasa en el diamante. La última hora, cuando uno ya está entonado, es lo único divertido.

  2. Felicidades a Deni, también. Abrazos.

  3. Pablo dijo:

    El béisbol, ese deporte en el que juegan cada día durante más de tres horas, en el que llevan la estadística hasta del número de mascadas de chicle de los pitchers, y que parece entretenido en los highlights pero es un soberano aburrimiento. Viva el béisbol!!!!!!

  4. Aletz dijo:

    A ver cuándo vuelves a preguntar otra vez por deportes como ese mi estimado Pablo! Lástima que no vivas en Escocia, para pedirte que me investigues del golf 🙂

    Un amigo, en lugar de alcohol, consumía pepitas de girasol durante los partidos. Se divertía más sacando la semilla que viendo el partido…

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