Pablo (Madrid)
El mejor columpio del mundo está en Madrid (lo siento Gaudí). Como todo columpio de verdad (nada de neumáticos, ni sillas de madera con respaldo para la abuela) es simple, sólo tiene tres partes bien diferenciadas. Una cadena a la izquierda, otra a la derecha y una superficie plana entre y sujetada por ambas que sirve para (au)sentarse. El mejor columpio del mundo está, como todos los grandes lugares de una ciudad, en un sitio indeterminado, que únicamente puede decirse de él que está aproximado a algo, en una dirección sin nombre, cerca de, junto a, pasado el. Sus dos brazos no están oxidados pero lo estarán, su asiento es negro y no parece muy resistente, como ninguno de un columpio. No es fácil llegar a (au)sentarse en él, pues como mejor columpio del mundo, está muy solicitado y siempre hay alguien a la espera, un niño que juega cerca pero lo mira de reojo, un padre que lo ve y quiere rememorar su niñez.
Como todo columpio, está pensado para gente flaca, esquelética, la que nunca se monta en columpios, pues la humillación de no salir con una marca en los costados del culo les hace rechazar cualquier tentativa para subir. Las cadenas dejan su huella en las manos al sujetarse con fuerza, algo que hay que hacer para poder disfrutarlo de verdad, ya que la capacidad de balanceo de ese columpio es superior a cualquiera que haya visto la Tierra, los golpes en una mala caída podrían llegar a ser graves incluso. El cielo no está tan lejos, ni la tierra tan cerca una vez descubres que ese columpio existe. En ese columpio los niños diferencian quién es el líder de la pandilla, que es asumido por todos por su habilidad en el balanceo y en los saltos. Al final siempre manda aquel que toma más riesgo y no sale herido, o sale herido pero se jacta de sus heridas.
Alrededor del columpio hay una zona con arena y piedras minúsculas donde la mayoría cae seguro al saltar, especialmente los mayores, tan cautos y poco atrevidos. Sin embargo, más allá de esa zona de seguridad en la caída, hay un suelo adoquinado donde sólo van a parar los valientes, que en la mayoría de ocasiones suelen ser niños, pero no principiantes.
El columpio lo tiene todo, sus brazos son interminables y las vistas desde el aire son magníficas, siempre está rodeado de gente pero nunca se forman aglomeraciones alrededor, y tiene ese magnetismo tentador que invita a montarse en él sin saber por qué. Nadie sabe quién lo diseñó, ni quién decidió ponerlo ahí, pero es uno de los lugares más singulares de la ciudad, y ante eso uno sólo puede callar, escribir y esperar a que esté libre para montarse de nuevo.
Aunque la verdad es que ese columpio es el mejor columpio del mundo porque a su lado hay otro columpio como él, y el día en que yo estuve sentado, ella decidió (au)sentarse a mi lado.
No te imaginas como me gustan los lunes…
Me gusta. Sencillo. Suave. Directo. Universal.
MMV.