Sin prisas

Orfa Alarcón

Desde el momento en que la muchacha lo mira, le comienzan a brillar los ojos, se acerca entusiasmada. Él, en su uniforme anaranjado, también irradia alegría. Conversan como si no hubiera algo más importante en el mundo. Yo, que observo, me estremezco cuando él extiende la mano, sucia, para acariciarle el brazo, sobre la sudadera blanca. Ella luce alegre. Él ahora extiende la mano para acariciarle la mejilla, pero duda, retrocede, desiste. El semáforo cambia a verde y tengo que dejar de observar. Para ellos, junto al carrito de basura y entre escobas, el tiempo no existe.

@Orfa

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