Cholula

Cholula es un pueblo en México en el que viví por casi seis años. Supongo que llegué allá un poco por casualidad, sin saber muy bien a donde iba. Es un pueblo pequeño con muchas iglesias en el que ha vivido gente desde hace 3000 años. Un día Cholula se convirtió en gata. La verdad es que nosotros simplemente teníamos un problema de ratones que se estaban metiendo a la casa y como en las caricaturas nos fuimos a conseguir un felino. Tenía un mes cuando llegó y no era mucho más grande que los ratones que se suponía que tenía que cazar. No importa, ya crecería. La señora de la casa de adopción nos preguntó para qué la queríamos y nos pidió un documento. Parece ser que hay estudiantes de ciencias médicas que van buscando gatos por ahí para hacerles experimentos y ella no quería regalar gaticos para tan cruel fin. Nos dijo que era una gata y le pusimos Cholula en honor al milenario pueblo en el cual vivíamos. Fue una delicia total, Cholula saltaba, jugaba, hacía monerías, se escondía y aparecía en cualquier lugar. Los perros de mi vecina se volvieron como locos. Onassis, un dogo brasilero gigantesco, no dejaba que Jinga, una perra con ancestros labradores, se acercara a la gata. Cholula, como todo lo demás, era propiedad de Onassis y el macho canino que tan noble era con los humanos imponía su estricta jerarquía sobre la pobre Jinga. Los dos la perseguían y a mi daba un poco de miedo porque los perros habían defendido el jardín fieramente durante años. Los lesionados incluían gallinas, ratones e incluso un trabajador que estaba haciendo unos arreglos y al cual Jinga señaló como sospechoso con un mordisco. Lo curioso era que justo cuando estaban a punto de agarrar a Cholulita Onassis ponía un alto al juego para darle nuevamente ventaja a la gata. Se quedaba mirándola fijamente con la nariz a unos pocos centímetros, esperando a que la gata avanzara nuevamente para seguirla persiguiendo. Cholula creció rapidísimo. Sin embargo, al mes nos dimos cuenta que la señora de la casa de adopción se había equivocado. Cholula no era una gata sino un gato. Le podíamos cambiar el nombre por algo que sonara más masculino, pero la verdad es que el animalito independiente del género ya era Cholula. Tres mil años de historia condensados en un alegre gatico que saltaba por ahí y para fortuna de nosotros empezaba a cazar y a ahuyentar ratones. Unos meses después Cholula y yo nos fuimos a vivir a otra casa. Fue maravilloso. Ya no había ratones (menos mal!) pero nuestra relación se hizo más fuerte, Cholula me hacía compañía mientras yo trabajaba en el computador y casi siempre dormíamos juntos. Cada que yo llegaba a la casa ahí estaba Cholula paseándose entre mis piernas y claro, llenándome de pelos de gato gris atigradito. No importaba mucho, él estaba ahí siempre fiel ronroneando y haciendo monerías para llamar mi atención. Cholula vive ahora con mis padres. Lo volví a ver el jueves pasado por la noche. No nos veíamos hace un año e igual que siempre vino a saludarme paseándose entre mis piernas y llenándome de pelos como si nada hubiera pasado. No sale de mi cuarto y por las noches ronronea feliz para que yo lo acaricie. Definitivamente, a quien sea que se le haya ocurrido eso de que los perros son fieles y los gatos unos interesados no había tenido un gato nunca.

Acerca de Laura R Isaza

Vivo y estudio en Inglaterra hace tres años y antes en Mexico, Nueva York y Medellín. Soy historiadora del arte y actualmente hago un doctorado en la Universidad de Leeds sobre cine latinoamericano y festivales de cine. Investigo cómo las películas terminan circulando en mercados internacionales y el papel de los festivales en todo el proceso.
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4 respuestas a Cholula

  1. Ulf dijo:

    falta una foto del gatico pues 🙂

  2. Aletz dijo:

    Todavía me quedan rasguños de ese gato!! Para qué quieres una mascota si no le puedes picar la panza 🙂

  3. ¿Cholula es tu mascota, o eres tú la suya? Con los gatos nunca se sabe…

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